martes, 26 de mayo de 2009

El olfato

Como hemos visto en clase, la parte superior de la cavidad nasal se encuentra tapizada de células ciliadas encargadas de captar (gracias al mucus que las cubre) moléculas del aire. Cuando se produce la unión de la molécula con su receptor, la célula produce un impulso nervioso hacia el nervio olfativo que acaba llegando al cerebro. Diferentes moléculas se unen (y por tanto estimulan) a diferentes células ciliadas; según qué célula se estimule, la señal es distinta y por tanto la percepción es diferente.
Evidentemente, como poder, una molécula puede entrar y no unirse a ningún receptor; cuantas más moléculas entren, y cuantas más células ciliadas haya, más probabilidad hay de que se de esta unión, y por tanto más probabilidad hay de que se detecten las moléculas en cuestión. Los perros tienen unas 250 millones de células ciliadas (frente a los 5 millones de células ciliadas que tiene el ser humano). Cuando una molécula entra en la nariz de un perro, la probabilidad de que se una a un receptor es máxima (simplemente porque hay muchos receptores) de ahí que puedan oler un rastro dejado por una persona (vamos soltando moléculas nuestras allá donde vamos aunque no nos demos cuenta) a kilómetros de distancia, o las moléculas que libera una droga o un explosivo aunque sea en cantidades mínimas.

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